Crítico de opera aterriza expectativas sobre concierto de José Carreras
A raíz del próximo concierto que dará el gran tenor catalán José Carreras en Santiago, el 8 de octubre en el Movistar Arena, nos hacemos la pregunta de qué podemos esperar del que fuera, si no el mejor, uno de los mejores tenores en su época, por allá en los años 70, cuando siendo muy joven impactó tremendamente al mundo de los operáticos, incluido al más exigente de todos: Herbert von Karajan. El director lo adoptó como su mejor tesoro, para grabaciones y funciones en vivo.
Carreras fue descubierto por el clan Caballé: eso quiere decir la famosísima Montserrat Caballé, su marido el tenor Bernabé Martí, y el hermano de ésta, Carlos Caballé, empresario artístico, quien rápidamente lo llevó al estrellato.
En él se unía, en perfecta mezcla, una maravillosa voz, una tremenda musicalidad y un buen aspecto físico.
Cuando apareció y lo vimos en 1970 era un joven muy bien parecido, con cara de niño bueno. Cuando abrió la boca descubrimos una voz absolutamente impresionante: su timbre extraordinario; su legato, increíble; el fraseo más hermoso de todos; buen volumen y muy buen actor.
Rápidamente escaló en la década del 70 para convertirse en el tenor del momento y, de la mano de Montserrat Caballé, la mejor cantante del mundo en ese instante, estuvo en todos los teatros y fue aplaudido como el rey. Aunque pueda haber opiniones distintas, en esa década, Carreras fue el mejor, incluso que los mismos Pavarotti y Domingo, sus rivales de la época. Karajan así también lo pensó cuando lo incorporó a su agenda de recitales y registros sonoros.
Ya entrados los 80, su voz empezó a demostrar fatiga. Es que la tentación de cantar de todo sin respetar su tesitura, más los proyectos que Karajan le imponía, le pasaron la cuenta y rápidamente empezó a haber problemas de emisión. La voz perfecta y diáfana de los 70 ya se notaba cansada, más gruesa y sus agudos oscurecidos denotaban cierta oscilación. A pesar de su juventud, ya su voz estaba dañada.
El golpe de gracia ocurrió en 1987, cuando se le diagnosticó una leucemia fulminante que casi lo lleva a la tumba, con pocas posibilidades de sobrevivencia. Gracias a un autotransplante de médula, más quimioterapias y radioterapias, logró sobrevivir. Se dice que el altísimo costo del tratamiento fue pagado por los Caballé, puesto que su vida se había vuelto algo desordenada (el juego, las apuestas y las mujeres lo tenían con las finanzas complicadas).
La época siguiente es marcada por una disminución importante en su calidad vocal. Ya nada sería igual. Pero no le podemos echar la culpa a la enfermedad por el deterioro considerable de su voz; ésta nada más contribuyó a acelerar un proceso que ya venía galopando, producto de la más absoluta falta de criterio para conservar la maravillosa voz de los 70, cantando roles que jamás debió haber cantado y que desgraciadamente liquidaron su voz, que para los 90, ya era historia.
Hoy, en 2011, más de 30 años después de que fuera el más grande en su momento, posiblemente quedan su musicalidad, su intención en el canto... Es como lo que ocurrió en 1974, cuando María Callas, ya sin voz y retirada hacía mucho, dio en Tokio unos recitales con Giuseppe Di Stéfano, en que igualmente fue ovacionada de pie, por lo que significó para la ópera. Con Carreras podemos hacer lo mismo: acudir a ver al grande que fue y aplaudir esa maravilla de voz que aunque no duró mucho, mientras duró, fue la mejor.
por: Francisco Javier Bernales - viernes, 23 de septiembre de 2011
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